Pasan los segundos, días, semanas, meses. Todo sigue igual. Han ocurrido muchas cosas pero en realidad nada ha cambiado.
Obstáculos pasan por mi camino, acumulándose como piedras, pero no despiertan en mí otra cosa que indiferencia, apatía. Lo cierto es que no me importan, nada en absoluto. No encuentro la manera de saltar dichos obstáculos, aunque en realidad tampoco me he parado a buscarles solución.
Intento sobrevivir siguiendo mis sentidos y lo que me instinto me indica. Trato de hacerlo lo mejor que puedo cada día, pero sin esforzarme demasiado. Durante el día las dudas me acechan, pero cuando cae el sol es cuando acuden como buitres. Devoran mi cerebro, se apoderan de cada uno de mis pensamientos y dejan mi autoestima en el subsuelo si no más abajo.
Hoy lo veo todo oscuro, y no siento que haga nada bien, la ilusión no existe y la rutina y el hastío son mi pan de cada día.